"Emociones, adolecer y más."
- psicologaclaudiav
- 18 mar 2024
- 2 Min. de lectura
En las últimas décadas, los padres de familia han intentado conectar mejor con sus hijos con base a la necesidad de desarrollar mejores relaciones. Estudios recientes demuestran que para esto no solo son necesarios métodos cognitivos, sino que se necesita ir más allá, a las propias emociones.
Hablar de emociones no es fácil, mucho menos encontrar la manera de conectar con las emociones de otros, aun cuando es lo que más se desea, la educación tradicional ha sido mayormente cimentada en un sistema antiguo, basada en la rigidez, el control y autoritarismo.
Donde los estados afectivos se manejan como una debilidad más que como una manera de relacionarse. Un sistema claudicado e innecesario.
La educación emocional nos muestra una íntima relación con la inteligencia emocional, permitiendo mantener el propósito de fomentar el conocimiento; aprendiendo habilidades asertivas para afrontar los retos de la vida y situaciones de crianza conforme se van presentando en las diferentes etapas de la vida, lo que alimenta el éxito, no solo en las relaciones padre e hijo sino en todas las etapas de la misma vida.
Siendo un proceso educativo, continúo y permanente, potenciando el desarrollo de las mismas emociones a manera de mejorar la comunicación implicada en las relaciones. Siendo un factor a desarrollar a través de una mirada profunda y aguda.
Es necesario comprender que hablar de emociones, es hablar de un acervo de sistemas relacionados, en el cual se incluye el sistema nervioso, la amígdala, el inconsciente, el sistema neuronal y cerebral, el cual actúa a manera de interruptor ante los sistemas pensantes.
Aunado a esto, es importante comprender que el inconsciente está alimentado de herencias culturales, sociales y familiares, llevándolo a una pronta respuesta ante la llamada de acción que implican emociones/reacciones, lo cual regularmente es solo un impulso.
Las raíces de la humanidad indican que en tiempos de las cavernas era necesario reaccionar antes que sentir (el impulso), pues si se deseaba conservar la vida, el miedo no era la mejor herramienta, y es así que se empezó a suprimir el sistema emocional, originando los impulsos como la principal manera de relacionarse.
A finales de los años ochenta, algunos estudiosos de la psicología y psiquiatría determinaron que era imperante comprender la importancia del control emocional, pues a través de un pensamiento racional es más fácil conectar con las necesidades propias y de los demás (limitando los impulsos), para fomentar una mejor relación con nuestro entorno.
El padre de familia no puede pretender educar a todos sus hijos de la misma manera, pues cada individua tiene necesidades diferentes (cada cerebro es diferente), basándose en su género, salud, década de nacimiento, interrelaciones familiares, sociales, etc., aun cuando sean hermanos.
Para reconocer la tristeza, alegría, rabia en los niños y adolescentes, el adulto deberá aprender a detectarla primero en sí mismo. La incapacidad de comprenderse como un ser sintiente, deja inhabilidad para reconocerlo en los otros.
Partiendo de lo anterior, no queda duda que si se desea una mejor relación con los hijos se deberá conocer en profundidad más sobre el tema.
Bien, pues, es aquí donde les invito a que tomen esa oportunidad.
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